La Alcaldía Xochimilco atraviesa uno de sus momentos más oscuros en años recientes, y la responsable directa tiene nombre y apellido: Circe Camacho. Lo que prometía ser una gestión transformadora bajo los principios de la Cuarta Transformación ha resultado en un espectáculo de omisión, improvisación y traición política sin precedentes. Su administración no solo ha sido un fracaso rotundo; ha sido una afrenta para los habitantes de esta demarcación histórica.

Bajo su desgobierno, Xochimilco se ha convertido en un territorio cada vez más abandonado, donde la inseguridad se ha normalizado y el narcomenudeo opera con impunidad, en plena vista de todos… menos de la alcaldesa. Mientras la ciudadanía vive con miedo, Circe Camacho parece más interesada en cuidar sus alianzas políticas que en garantizar la seguridad y la paz en las calles. La presencia del crimen organizado no solo se ha incrementado, sino que se ha enraizado con una libertad alarmante, como si no hubiera gobierno alguno al frente. Y tal vez no lo hay.

La traición a los principios de Morena es otra mancha imborrable en su ya de por sí cuestionable expediente. La alcaldesa ha demostrado que su compromiso no es con el pueblo ni con la transformación prometida, sino con sus propios intereses políticos, acomodándose donde mejor le convenga, aunque eso signifique dar la espalda a quienes la eligieron. Su ambigüedad y oportunismo político son prueba de que el poder le queda grande, y la ideología le queda lejos.

Xochimilco merece mucho más que discursos vacíos y promesas incumplidas. Merece seguridad, atención, y una autoridad con verdadero compromiso. Pero con Circe Camacho al mando, lo único que ha florecido es la desilusión, la violencia y el abandono institucional. La historia no será benévola con su gestión, y los habitantes de Xochimilco —que cada día viven con más miedo y menos esperanza— tampoco deberían serlo.