
Por Rufino H. León Tovar, candidato al Tribunal de Disciplina Judicial- Es el 31 Turquesa.
Hay paradigmas de horror que subsisten. El verdugo de Varsovia es uno de ellos.
Roland Freisler, juez y abogado durante el régimen nazi, generó juicios escenográficos y humillantes, donde los acusados eran tratados de manera despectiva y se les negaba una defensa justa. El Abogado del Reich fue responsable de dictar miles de sentencias de muerte y se convirtió en un símbolo de la represión legal.
Su figura siniestra está enraizada en el imaginario. Este “fantasma” es resultado de una combinación de miedo colectivo, relatos históricos, mitología y cultura local. A menudo refleja ansiedades compartidas de la sociedad, como el temor a la injusticia.
La historia de ese personaje cuestionable se mantiene viva a través del folclore, la literatura, el cine y los medios digitales. Es una especie de energía o sombra que representa injusticias, discriminación, carencia de derechos humanos y parcialidad.
Muchas veces las historias de horror se vuelven parte de la identidad cultural y se perpetúan con injusticias. Es lo que mantiene la idea de que los privilegios y la impunidad coexistirán siempre.
Eliminar esas sombras o miedos ancestrales, implica acciones contundentes como justicia para todos, cárcel para jueces corruptos y respeto a los derechos humanos.
Ser parte del Tribunal de Disciplina Judicial, convertirse en ”Juez de jueces”, es eliminar las malas prácticas de los juzgadores. Esta tarea jamás debe percibirse como una obcecada cacería de brujas o una Santa Inquisición, paradigmas de principios torcidos.
La probidad, imparcialidad, humanismo, respeto a los derechos humanos y juicio justo son las herramientas que se emplearán para cazar las “sombras”, el lado obscuro. No es armarse de artilugios y secrecías, es imponer la justicia, equidad y legalidad. Es generar credibilidad en el Poder Judicial.
Como guardianes del orden y la ética, los magistrados del Tribunal de Disciplina Judicial tienen la tarea de indagar, detectar y resolver problemas que puedan erosionar la justicia. Al igual que los cazadores de sombras, combaten aquello que acecha en las penumbras.
Este paralelismo también podría enfatizar la noción de que el trabajo de Magistrados y cazadores de sombras, aunque vital, a menudo se realiza lejos de los reflectores y enfrenta complejidades donde las líneas entre lo correcto y errado pueden ser difusas. Es un oficio que demanda tanto precisión como una conexión profunda con los principios que se protegen.
Tanto el Magistrado del Tribunal de Disciplina Judicial como el cazador de sombras, luchará contra los excesos y abusos del poder, perseguirá la justicia real más allá del sistema al opera. Esto bajo un marco de legalidad y derechos, mientras mantiene un peso simbólico ligado a la idea de «limpiar» o «purificar» algo errado.
Vicios y villanos persisten en este tiempo, pero al unísono, el papel de héroe se reconfigura. Es el cazador de sombras de la era exponencial digital. Yo soy H. León. Turquesa 31.