A lo largo de los siglos, la historia de Juan Diego y su tilma en la que apareció la imagen de la Virgen de Guadalupe han ocultado el verdadero origen de la enorme popularidad que actualmente tiene en el continente esta advocación de la virgen María: el milagro que se le atribuye de haber terminado con una epidemia de matlazáhuatl que asoló a la actual ciudad de México entre 1736 y 1739.
La reciente pandemia de Covid-19 nos dio una idea aproximada a los habitantes del siglo XXI de lo que pudieron ser las epidemias en épocas anteriores. Pero cabe imaginar que cuando no se sabía nada de virus, bacterias ni de sus formas de contagio, debió ser mucho más temible.
La terrible epidemia de matlazáhuatl
Por las descripciones, concretamente las de Cayetano Cabrera y Quintero, un testigo de la época, esos tres años de la epidemia del matlazáhuatl fueron física y moralmente devastadores, particularmente para la población indígena que tenía pocas defensas contra la enfermedad que, de acuerdo con los síntomas, se trataba del ahora llamado tifus exantémico.
Según escribió la investigadora Martha Fernández de la UNAM en la revista Ciencia, los síntomas que observó Cayetano de Cabrera y Quintero fueron: fiebres muy altas y delirios, vómitos, orina delgada y negra, sordera, hemorragias nasales, dolores en las piernas y, a los cien días, «turbábase el vientre con coléricas conmociones, quebrada en flujos y en disenterías».
La intervención de la virgen de Guadalupe
Fernández, del Instituto de Investigaciones Estéticas, cuenta que durante la epidemia de matlazáhuatl, entre 1736 y 1739 «se sacaron en procesión hasta la Catedral 17 imágenes en total; a cada una la colocaron al centro del templo y se hicieron rogativas, misas y varios rituales para pedir por el alivio de la enfermedad».
«Dado que con las primeras imágenes parecía que la epidemia no cesaba y la gente pedía que se acudiera a advocaciones más efectivas— añade—, las autoridades recurrieron a cuatro que, según las creencias de la época, habían salvado a la Ciudad de México de catástrofes anteriores: la Virgen de Loreto, la Virgen de los Remedios, el Cristo del Cardonal y la Virgen de Guadalupe».
Sin embargo, ni siquiera la Virgen de los Remedios, que «fue traída por los españoles y se le consideraba la Virgen Conquistadora» y que fue propuesta como patrona del Cabildo de la Ciudad de México, «pudo conseguir el milagro, a pesar del título que le habían otorgado», comenta la historiadora del arte.
Cuando tocó el turno a la Virgen de Guadalupe —con la que además, por su relación con el mundo indígena, se esperaba «la unión del virreinato»—, las autoridades de la iglesia decidieron proponerla «como protectora de la Ciudad de México contra la epidemia y como patrona universal de la Nueva España».
Después de librar «obstáculos y trámites burocráticos, el 16 de mayo de 1739, el Cabildo Eclesiástico le otorgó ambos títulos. Ese mismo día se llevó a cabo una gran fiesta para recibir a la Virgen» en la Catedral Metropolitana, pero no sería la imagen original, «sino una escultura de bulto» que estaba en la misma Catedral.
«Se adornaron los balcones de los edificios —relata Fernández en Ciencias—, se hicieron varias imágenes de la guadalupana que se colocaron en los muros de las casas y, claro, se organizó una procesión que salió de la portada poniente de la Catedral, dio la vuelta a toda la plaza mayor, pasando por el Portal de Mercaderes, el Ayuntamiento y el Palacio Virreinal, y volvió a entrar a la Catedral».
Fiesta de la Virgen de Guadalupe en Sucre, Bolivia
La Fiesta de la Virgen de Guadalupe en Sucre, Bolivia, donde también le dicen «Mamita Gualala», es muy distinta a la mexicana. Crédito: Shutterstock
«Para finales de mayo de 1739, o sea, más o menos 15 días después de la fiesta patronal, la epidemia comenzó a disminuir, por lo que se organizó una misa en la Catedral para celebrarlo».
Así, «en el imaginario de la sociedad novohispana, la Virgen de Guadalupe había obrado el milagro, por lo que desde entonces se convirtió en su símbolo de identidad. En 1746 el papa Benedicto XIV aprobó el patronato, y en 1754 la nombró Reina de la América Septentrional».
